Tercer Viaje a mi Futuro
El primer semestre de 1997 fue un periodo interesante en mi vida. Después de dos meses de estudio, bollos, y vueltas, finalmente había completado todas mis aplicaciones para programas de MBA en los Estados Unidos. Lo que restaba era esperar. Sin ningún interés de empezar un trabajo que tendría que abandonar en poco tiempo, los meses siguientes me dedique al arte. Cerca al 90% de mis acuarelas fueron todas creadas en esta época. Además de mi vida ideal como artista, la otra gran parte de este tiempo podría decirse que fue dedicada a concretar algunas de mis relaciones.
El fantasma mayor de mis afectos lanzo grandes señales de humo, algunas de las cuales por supuesto me movieron el piso. Pero al final todo termino en un largo chorro de babas cuando me contó que acababa de involucrarse con una nueva novia. El tiro nos salio por la culata: Días antes, el me había hablado de ella pidiéndome mi opinión. Yo sospeché que podría estar tratando de sacarme alguna confesión amorosa, pero nuestra relación siempre había sido tan cuidadosa, y sus sentimientos por mi eran tan difíciles de descifrar, que yo finalmente le dije que se involucrara con ella. Y así lo hizo.
La decepción fue grande, y finalmente tome la decisión de enterrar toda expectativa con respecto a esa relación trunca. Eso de dientes para afuera: Enterrar ilusiones es difícil, y mi inminente partida me hacía pensar mucho en los tres o cuatro fantasmas que rondaban mi vida. En ese entonces vi películas como Fanfan y Carrington. Me encantaba llamarme “Carrington”. Me parecía que su vida era totalmente honesta: Uno puede enamorarse de mas de una persona al mismo tiempo. Yo lo había hecho, y cada uno era tan diferente… pero al final, ninguna de las relaciones era “perfecta”.
La despedida final con mi ex-novio fue dura. Aunque yo pensaba que el no era el hombre con el cual quería casarme, habíamos compartido mucho, y en ese entonces yo seguía siendo su numero 1. El pensar que ésta sería la ultima vez que lo vería (y así ha sido hasta ahora) era desgarrador. No dudaba de mi decisión, pero al mismo tiempo me moría de miedo de pensar que este fuera el hombre perfecto, y yo no pudiera reconocerlo. Por mucho tiempo el había representado mi futura familia.
La búsqueda y necesidad por el hombre perfecto… El pensar que tal vez ya lo hubiera conocido… Y en pocos meses me iría del país por dos años enteros… A pesar de lo emocionante que mis planes eran, mi mente estaba un poco preocupada. Era entonces el momento de hacer otro “viaje a mi futuro”.
Para explicarlo mejor: En realidad no es mi futuro. Es un ejercicio de visualización. La idea es ir a visitar a la persona que yo seré cuando tenga unos 50 años y conversar con ella. En teoría, este ejercicio es para conectar con el subconsciente. Para entenderme mejor, y al proyectar mi futuro, explorar lo que mi subconsciente piensa del camino que estoy tomando.
Este es el relato que escribí al final de este viaje, el 12 de Mayo de 1997.
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Esta Maria fue muy diferente a la anterior. Era menos brincona, mas calma, menos divertida, pero mas amorosa. Casi como una abuelita no muy vieja.
La parte mas importante de su casa –la que mas quería ella– era su sala, su chimenea. Cuando llegué era de noche y todo estaba oscuro, pero de la chimenea salía una luz roja-amarilla muy viva. Lo inundaba todo. Era como la vida de esa casa, y ella misma me dijo que era la parte mas importante, la que mas querían ella y su esposo. Cuando le pregunte por qué, me contesto sin dudar y de una: “Porque es mi hogar”. La chimenea representaba su familia.
En la sala, frente al fuego había un sofá largo de cojines abullonados y suaves. A mano derecha del sofá e izquierda del fuego había una silla de las que me encantan, con espaldar grande. Había una mesa de centro bajita y grande con dos copas de vino tinto y un queso Camembert; parecía que tenían una cenita privada. Bajo la mesa había un tapetito delgado con motivos alegres (cuasi Mexicanos) de colores rojo y azul. En la sala había alfombra, pero en el pasillo que mediaba entre la sala y el comedor el piso era de madera, así como el techo. Era alto, con vigas gruesas. Parecía una casa de campo en tierra fría.
Al saludarla y verle los ojos percibí mucha tranquilidad y bondad en su alma. Tenía puesto un vestido largo de tela liviana blanca con flores amarillas y un saco corto amarillo muy suave. No tenía zapatos; sólo unas medias gruesas color crema. Llevaba el pelo super liso, de mi mismo tono, partido bien de lado y corto por la nuca.
Cuando le pedí que me mostrara algo de interés de su casa, me tomó la mano y me llevó al fondo del pasillo, exactamente a una puerta en frente del ascensor. Era una puerta de madera que pensé al abrirse me mostraría un estudio de pintura medio frío y desordenado. Pero al abrir la puerta vi un cuarto de bebé. Me sorprendió muchísimo, y ella me dijo con una sonrisa: “Lindo, no?”. Era lindo… Tenía la mecedora que quiero, la ventana con espacio para sentarse que siempre me ha gustado… Tenía una cuna de madera y un osito tirado en el suelo. Junto a la cuna había un mueble con espejo. Del otro lado había una repisa pequeña con libros infantiles.
Ella me explicó que era el cuarto de su nieto. Antes le había preguntado si tenía hijos y me había contado que si. Que tenia un hijo casado y con un bebé (me lo imaginé a el y a su esposa). Que venían a pasar el fin de semana y llegaban mañana en la mañana. El cuarto de su hijo y nuera estaba a la derecha del corredor, en seguida del cuarto del bebé.
No me dijo el apellido de su esposo, pero me vino la certeza de que empezaba con “R”. La miré asustada con cara de “Mierda! R_ _ _???” y ella me dijo riendo: “No… Acuerdate que es un apellido mas largo”. Nunca en el viaje me pareció que su esposo fuera R. De hecho, ella poco habló de el, y me dejo intuir que una vez me vaya todo se acaba.
Vi una escena de mi boda (a la que no va R) […]
Con respecto a E, ni siquiera nos permitimos hablar. Las dos decimos “Eso se acabó”. Con respecto a J, tampoco hablamos mucho. Ella sólo me dice que era una sombra que tenía que sacarme. Que tenía que matar su fantasma tanto como yo deseaba que el matara los suyos… Que la otra vez, mi otra Maria no me había dejado botarlo del todo porque al fantasma había que matarlo bien. Que ahora si ya se acababa la historia. Que después de que me fuera perdíamos contacto con el tiempo, y que ella no tenía ni idea de lo que había sido de el.
Su esposo estaba preparando unos langostinos para los dos (según ella, el cocinaba delicioso). Esa noche estaban gozando la ocasión, antes de que llegaran su hijo y familia al otro día. Pensaban comer, tomar vino, y arruncharse en el sofá a oír música… y tal vez el leería un libro para los dos.
Me dijo que en el MBA iba a conocer algunos amigos de toda la vida, pero que no me iba a ennoviar muy al principio del programa. De hecho, me dijo que mi novio no sería del MBA, sino de por fuera. Le pregunte si entonces sería de la práctica, porque no me lo podía imaginar de corbata. Me contesto “No… Podría ser un granjero”, y me lo imaginé con pantalones caqui y un par de zapatos muy concreto, y me sonó mas a la imagen que tenía para el. Entendí que con el me casaba.
Maria me enfatizó mucho que estuviera segura de lo que estaba haciendo. Que me lo gozara mucho. Que decorara lindo mi apartamento y me dedicara a conocer gente. Que estudiara mucho pero que me preocupara también por hacer amistades en la universidad. Que no empezara con afanes de matrimonio ni depresiones… “Mira mi HOGAR” –y me mostró el fuego– “Tu lo vas a tener, pero a su tiempo. No te aceleres”.
Me regaló la cobija con la que estaba arrunchada en la silla de la sala. Me dejó que me la llevara para acordarme de que mi hogar estaba ahí: En algún punto del tiempo. Que nadie me lo iba a quitar, y ya llegaría el momento de tenerlo… Me dijo que era feliz, que su esposo era hermoso y los dos amaban su casa en medio de tierra cultivada.
En teoría estaban en Colombia (Boyacá). Eso no me gustó por mis planes actuales de no volver, pero ella me dijo que las cosas en el país luego mejoraban. El parecía no ser de aquí, pero según ella, le gustaba vivir allí. Le pregunte en que idioma hablaban entre los dos y me dijo que en Español.
Cuando me habló de mis amigos en Duke vi en mi apartamento, sentadas alrededor de la sala, a dos mujeres: Mis amigas. Sabía que también había hombres, pero básicamente me fijé en una mujer que se estaba riendo conmigo.
Al despedirme me abrazó y comentó “Ya eres grande y no lloras. Ya sabes mas lo que quieres. Estas menos desubicada y no necesitas preguntar tanto”. Me repitió que me lo gozara mucho, y que por nada dudara de lo que estaba haciendo. “No dudes nunca de ti”. Quería darme confianza en mis capacidades y en mis decisiones.
Cuando la puerta del ascensor se cerraba, su esposo gritó que los langostinos estaban listos. Ella salió corriendo para la cocina.